miércoles, 4 de noviembre de 2009

Dando pisadas entre las vallas publicitarias y el doble discurso del ser mujer....I parte



Al transitar por las calles llenas de asfalto, dejo muchas veces de ser conciente de mi misma. Dejo de distinguir lo que es vivir, inmediatamente comienzo a simular que soy un ente con vida que va atravesando el ruido, smog e imágenes. Las cuales se producen y reproducen simbólicamente dentro del mundo entero, pero que se encierran sobre todo dentro de la ciudad. Me creo, aun que sea por un momento, no ser una imagen más de las que decora y (auto) flagela simultáneamente.

Camino, recorro, suministro pisadas ligeras… dando vueltas en esta simulación en la que se ha convertido mí ser. Que cada vez se acerca a ser más, una realidad que una banal ilusión. Recorro las calles, avenidas y el mundo, con esta proyección de ser mujer. En la cual entramos en algún momento de la vida… no sé precisar cuando, o tal vez es el simple el hecho de nacer, que nos hace crecer dentro de estas categorías, con las que cargamos, y que pocas veces en la vida somos capaces de reconocer y mirar desafiantemente a los ojos. Ese instante en que pasamos de ser, seres humanos, a ser determinados por el género con el cual nacimos.

Desde que tengo conciencia hay ciertos paramentos, que aun que “imaginarios”, se convierten en muros de contención, que nos restringen el paso y las ideas. Se convierten en una cerca que nos rodea y que la mayoría del tiempo limita nuestra manera de actuar, pero al mismo tiempo limita nuestra manera de “vernos”, de trasmitir esa categoría a la cual pertenecemos o con la cual cargamos desde el día en que nacemos.

Las imágenes, simbolizan, transmiten, transforman, configuran identidades a lo largo del tiempo dentro de los individuos que las percibimos, se meten dentro de nuestro inconciente y nos moldean a su imagen y semejanza. Configuran lo que somos, tanto en la percepción de nosotras mismas como la del mundo social inmediato, al cual pertenecemos. Colonizan nuestro ser, nos devoran y nos despojan de lo que somos, seres productoras de signos de significantes y de significados, no como un signo más presentado. Limitan nuestra plasticidad destruyen la diversidad de las expresiones humanas que sujetamos reduciéndonos a una forma a la cual se le vacía el contenido. La cual se a dueña de nuestro ser, tomando nuestro inconciente entre sus brazos y dejándonos caer en sus embates.

Siendo mujeres, vivimos una lucha constante con la imagen que se proyecta en el espejo. Es muchas veces más difícil estar conforme con lo que en él se refleja en él, que lo que él espera que le presentemos. Ser “concientes” de este estereotipo fabricado social y culturalmente, que pende sobre nuestras vidas, es un proceso de ruptura con los imaginarios que nos inundan la cabeza y el alma.

Pero transitando y siendo “conciente” de todas estas imágenes estereotipadas de la belleza femenina, que nos dicen que es y como es ser mujer. Me llega la idea de querer saber ¿Qué tanto afecta a la vida de nosotras las mujeres, el bombardeo de imágenes femeninas de una belleza específica?

Con esto no quiero decir que considere que únicamente las mujeres somos quienes vivimos con esta colonización dentro de nuestras vidas. Porque igualmente creo que todos los individuos sobrevivimos con diferentes clases de ellas dentro de nuestras vidas. Pero aquí lo que quiero profundizar o enfatizar es la realidad de ser mujer dentro de este sistema económico imperante, que teje relaciones sociales específicas dentro de la cotidianidad de todos los individuos. Porque en lo personal creo que este panorama no es mejor para los hombres, pero en este momento solo quiero dar mi perspectiva, siendo una mujer.

En cada una de mis caminatas diarias, veo como mi paisaje se ve a torrado, con imágenes femeninas de belleza, que están encerradas en estas famosas “vallas publicitarias”. Donde se objetiviza la idea de convertir a una sujeta en un objeto mas al servicio del mercado, trasformándonos así, en un símbolo de deseo, capaz de saciar las ansias de las bestias que lo pretenden obtener de alguna u otra forma.

Pero estos signos a pesar de su encierro, toman vida propia, se liberan de su cárcel y comienzan a observar, analizar, criticar, a juzgar a todo individuo que posea un par de senos y caderas, sin discriminar si estas están bien definidas o no.

Inmediatamente después comenzamos a dialogar, a comunicarnos a partir de uno de los silencios más profundos y asfixiantes que se puedan crear entre una sujeta que pretende dejar de ser objeto y un objeto que desea ser objeto. En medio de este trance comienzo a recordar mi socialización, mi crecimiento inmediato o mas cercano durante los pocos años que llevo de estar con vida, remuevo dentro de mis memorias cada pequeño detalle, tratando de desmenuzarlas y comprender porque ese dialogo se había vuelto en una terrible discusión donde yo estaba llevando las de perder.

Me acordaba de que durante mi crecimiento, que tuve dentro de lo que socialmente se denomina como un núcleo familiar (más aun en ese momento histórico), como “no tradicional”, tuvo ciertas repercusiones sobre mi aprehensión del mundo. Ya que dentro de mi familia “únicamente” habemos dos mujeres, y por ende mi socialización se vio algo sesgada acerca de los roles que son determinados socialmente por el genero.

1 comentario:

Luciérnaga Enojada dijo...

¡Carajo! Esto no se vale, son tres en una. Pero juro por todo lo sagrado que tengo, que volveré a leerlo todo, ¡todo!

Esta historia continuará...

Pd: No me voy a desperdir, porque regresaré.